Hace dos semanas, en la tertulia literaria en castellano en la Biblioteca Municipal de Ermua tuvimos la suerte de contar con la presencia de la autora y periodista Txani Rodríguez. Charlamos con ella sobre su novela Los últimos románticos publicada por Seix Barral en 2020, ganadora del Premio Euskadi de Literatura 2021 en lengua castellana. El encuentro se nos hizo muy corto y definitivamente esperamos poder repetirlo un día. Mientras tanto os traigo mis impresiones sobre la novela.
Pocas novelas modernas hay que directamente hablen sobre la realidad del trabajo en las fábricas, algo bastante raro considerando cuanta gente trabaja allí. Así que en este aspecto Irune, el personaje principal de Los últimos románticos, nos parece muy cercana. Aparte de eso, su vida nos resulta de alguna manera aséptica, rara. Hay momento que me preguntaba si podría ser autista, por qué sus relaciones con los demás resultan tan incómodas que no podemos identificarnos con ella. Pero este es uno de los puntos más fuertes de esta historia, el querer entender, descubrir las razones detrás de cómo vive Irune.
Me resulta muy significativo que un personaje que algunos describieron como soso o anodino, es el único que sin dudarlo hace lo correcto. A veces, como en caso de la situación familiar de su vecina, conscientemente y otras veces, como en caso de la huelga, por casualidad, por no estar sola, por tener que pensar en su salud. Esto se puede resumir diciendo que Irune es solidaria, es un reflejo del mundo pasado. Su distanciamiento y soledad mucho tienen que ver con no encajar en la sociedad moderna, con sus contactos superficiales llenos de intereses. Irune necesita algo más. Y Los acontecimientos a su alrededor la empujarán a tomar un camino. No os voy a decir cuál es, mejor que lo leáis, pero de una vez por todas tendrá que decidir qué quiere de su vida, como quiere seguir. Irune es una de las últimas románticas, ¿cambiará o podrá sobrevivir con los valores que le inculcaron sus padres?
Otro elemento destacable de la novela es sin duda la naturaleza, su alteración irreversible. Encontrar el equilibrio entre lo industrial y urbano y el paisaje natural parece un problema paralelo conectado al de encontrar el equilibrio entre el pasado y el futuro, la nostalgia y la modernidad.
Podría seguir hablando de temas y motivos en este libro, pero lo que lo hace tan especial son los detalles, los matices. Irune trabaja en una fabrica de papel y en su tiempo hace flores o figuritas de papel higiénico. Irune nunca ha salido de su pueblo, pero en momentos de angustia llama a la infolínea de Renfe para oír la voz de Miguel María. Irune tiene un móvil y un ordenador, pero no los suele usar. En su tiempo libre, a veces, ve documentales sobre naturaleza. Irune tiene su propio piso, pero vive en uno alquilado para poder ver desde la ventana el cementerio donde están enterrados sus padres. Irune es el personaje menos adaptado que he descubierto en mucho tiempo, pero a la vez todo en ella es tan bonito, que a pesar de no entenderla, sufrimos con ella.
Es una novela triste, llena de nostalgia por los tiempos pasados, por las actitudes más amables que cada vez se ven menos. Y sin embargo a veces nos saca una sonrisa y su final nos da esperanza, el futuro de repente no parece tan gris. Es una lectura rápida, pero las sensaciones que transmite se quedarán con nosotros durante un tiempo.
Me encantaría leerla 😊
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